Diccionario biográfico de autores
Un mar de muertos.
Eso es lo que esto es. Un mar de muertos.
Simulan que respiran, pero engañan.
Aquí ninguno alienta. Nadie anhela.
Míralos bien: componen una playa
sin mareas, ni olas, ni vaivenes.
Son solamente fardos que algún día
tuvieron alma; pero no se nota.
Alguno grita y dice “¡Yo estoy vivo!”
Pero ya ves que miente. Solo hay muertos.
Mira a tu alrededor. Dime ¿qué ves?
Veintiocho o treinta puertas de unas celdas
que descansan en un partio bien nutrido.
Son madres de mil seres y cobijan
apenas unos cuantos en su seno.
Y yacen los demás desparramados
sobre las losas de esta galería.
¡Ten cuidado! No los pises
Ya son bastante pisadas
las que los han agobiado;
y ¿sabes? ¡Hasta los fardos
revientan con la hoyadura!
¿A dónde marchas muchacha?
¡Ah precisas los servicios
del fondo del cementerio!
Resuelve, pero con tiento.
No roces las cabezas que cayeron
intentando pensar.
Pon tu pie ahí… así, entre dos cerebros.
Y con el otro pie, separa el brazo,
ese que cubre el trozo de baldosa.
Así… así… despacio… muy despacio.
No despierten tus pasos a los muertos.
No quiebres esa hora que es tan suya.
Ángeles Ortega García-Madrid, «Un mar de muertos», Al quiebro de mis espinas (Poemas desde la Cárcel), 1977.
Partitura manuscrita de Oh, Libertad (1939), de Ángel Bernat Beneyto (1884-1939)